jueves, 28 de marzo de 2013

Lágrimas de sangre

Carlos Machado Allison

Vamos a llorar lágrimas de sangre dijo el economista José Guerra y en otros términos, pero con el mismo sentido, se han pronunciado los economistas, politólogos y analistas más destacados. Creo que sólo se equivocan en el tiempo verbal porque que ya estamos llorando al ver billetes convertidos en humo cuando vamos al mercado, a la farmacia o al pagar la factura de algún servicio. El señor Maduro ignora esas cosas, sólo se ocupa de revoluciones, evocaciones del líder que ya no está, e improperios hacia la oposición.

¿Qué quiere la gente? ¿Qué aspira cuando atisba hacia el futuro? Pues pocas y precisas son las ambiciones que nos quedan, las otras, tan diversas como lo que cada individuo o familia quiere, o se han venido a menos, o han desaparecido. Es tan poquito lo que queremos en éste país disminuido, que a veces me siento transportado hacia un remoto pasado. La gran mayoría de los venezolanos aspira llegar vivo a su casa, tenerle confianza a la policía o a las fuerzas armadas. No le sirven discursitos patrioteros, evocaciones a Negro I y menos aún, las loas genuflexas a la minusválida isla del Caribe que hacen de nuestra soberanía un chiste. La mayoría ya no aguanta ni la inflación, ni la escasez, la inexistencia de una oferta de trabajo digno y bien remunerado. Tampoco aguantan la mala atención hospitalaria, los huecos en las calles y el caos de las ciudades.

Catorce años del socialismo del siglo XXI, corrupción y pillaje han dejado al país vuelto un asco. Lo que queda de la educación, atrasada, mediatizada e ideologizada, hace que nuestro futuro esté comprometido. La agricultura, la industria y las universidades, maltrechas. El país endeudado y azotado por un enjambre de jejenes que nos chupan la sangre. Maiquetía vista como puerto de escape y algunos frustrados, ya no saben a quien culpar de su desgracia. Los optimistas creen que el gobierno aprendió lecciones y que si gana Maduro, habrá un viraje en las políticas. Otros están conscientes de la inexistencia de rutas fáciles o loterías y que el cambio hay que ganarlo a través de votos y participación activa en el proceso electoral.

Hay quién piensa que somos imbéciles o masoquistas. ¿Es usted masoquista o imbécil? ¿No entiende que si no se transforma en un ciudadano activo puede perder bienes, amores y valores? ¿Le gusta seguir las órdenes que vienen de La Habana? ¿Disfruta cuando las estadísticas nos colocan entre los países fallidos, las economías de menor desarrollo, los menos competitivos y como si fuera poco como uno de los sitios más peligrosos del planeta?  Pues diga que no, que no es imbécil, que quiere a su país, a su familia y a sí mismo. Queda menos de un mes y el 14 de abril no se puede quedar nadie en su casa llorando lágrimas de sangre o de cocodrilo. Capriles no es un caudillo, de ésos ya tuvimos bastante, es el comienzo de un camino, pero eso, está en tus manos.

No importa si eres joven o viejo, porque nadie va a hacer tu trabajo.

cemacallison@gmail.com

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